Nicolás Melini
El
centro
psiquiátrico
se encontraba en el
otro
extremo de
la
ciudad
y
yo tenía que ir a visitarlo,
hablar
con
el director y
evaluarlo
para el
posible ingreso de un familiar
que necesitaba
un tiempo de descanso y
terapia
ocupacional.
Cuando
llegué se trataba de una casa de dos plantas
rodeada
de un jardín con
árboles en
frente
de
una
autopista ruidosa,
aunque
el
interior
parecía tran-
quilo
y probablemente
lo fuera,
nada
que objetar
salvo mi propia inquietud,
la desagradable
zo-
zo-
bra ante
lo
que me pudiera
encontrar allí dentro...
En el hall
había un grupo
de ocho o nueve
chicas
que
se
volvieron
y
me
miraron
al
entrar,
se encontraban sentadas
en un gran sofá
y
de
pie
en frente
de éste y al principio
pensé
que
se trataba
de estudiantes
de psicología en prácticas,
cuando
a mi izquierda
apareció
otra joven en bata blanca
que sabía
quién
era yo y a qué había venido
y me invitó
a
sentarme
en el sofá con las chicas
mientras anunciaba
mi llegada
al
director.
Sucedió
mientras me encontraba sentado allí
esperando
a
que
éste me atendiera…
en frente
de
mí
estaban
las
escaleras
que
ascendían a la planta superior;
yo
atendía
disimuladamente
al
com-
portamiento
de
las jóvenes
a mi lado (algunas charlaban
animadamente, otras
guardaban un sombrío silencio),
cuando otra joven
des-
cendió
las
escaleras…
Miraba al suelo,
sus pasos eran rígidos,
llevaba su bolso colgando
del brazo,
y
pensé
que se reuniría con sus compañeras,
pero al llegar al hall
pasó por delante de mí y
se dirigió
hacia la puerta de
la calle,
llegó hasta
ella,
se detuvo,
hizo
el
gesto
de
abrirla…
pero no lo hizo;
guardó una nueva pausa,
se volvió
y,
sin mirar a nadie,
regresó
sobre sus pasos,
atravesó el hall, de
nuevo ante mis ojos,
alcanzó las escaleras y
ascendió con los mismos pasos
extremadamente
rígidos,
su
bolso
colgando
de su brazo,
la mirada en el suelo.
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1 comentario:
I can not understand all of the words but it seems really nice
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