The Valle-Coche Citizen

Mario Morenza



Edward junto a Vivian, su novia, fueron los mejores alumnos de su promoción. Ambos desplegaron semestre a semestre una carrera que se perdía de vista en la arquitectura venezolana. Pero un día, por alguna razón que desconocemos, Edward cae en el ignoto mundo de la locura. Por su parte, Vivian siguió creciendo personalmente. A los años del brote de demencia de Edward, Vivian construyó a pulso su propia familia, mientras que Edward entre calles y avenidas deambularía por décadas.

El ciudadano del Valley-Car, como a las años se hace llamar Edward por sus colegas, en su madriguera, en su cuchitril de condiciones infrahumanas, además de recolectar colchonetas y materiales de todo tipo importados directamente de los desperdicios de Caracas, tiene un objetivo que se puede adjetivar de utópico: diseña con ellos la ciudad del futuro, una ciudad perfecta en que cada espacio coexiste en relación a un todo de concreto.

A Valle-Coche Citizen, como también se le conoce, lleva unos veinticinco años refugiado en los rincones subterráneos de la antes esplendorosa Coche, para recolectar cualquier cartón, madera o alambre que le sirva de instrumento y construir la maqueta de su ciudad perfecta, en que cada espacio coexiste en relación a un todo de concreto, cada esquina representa los eslabones de un neurálgico sistema de conexiones.

A Edward, desde las alcantarillas, le faltan sectores para completar su gigantesca maqueta. El edificio de la Verdad, su proyecto más ambicioso y donde se editan los periódicos de su ciudad imaginaria, de su Caracas reconstruida, es uno de ellos. Mientras consigue las piezas faltantes, El Ciudadano del Valley-Car se propone a jugar un rato con las mentes de sus ex vecinos.

En el Bloque 4, misteriosamente empiezan a aparecer reportajes en un pliego sobre los sucesos más importantes que afectan a los vecinos de esa comunidad, donde cada noticia coexiste en relación a un todo de concreto, a un edificio. Muchas de las noticias, cabe destacar, resolverán misterios que la misma comunidad, por sí misma, nunca es capaz de desentrañar. Sus reportes vendrían a ser bautizados como un periodismo heráldico. Muchos lo piensan divino, otros tantos, una broma pesada de alguno de los vecinos. Pero nunca llegan a imaginar que estos reportes son escritos por el antiguo vecino y prodigioso hijo de la familia Vélez.



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