Arquitectura farmacéutica

Roberto Echeto ®



No todos los Farmatodos son iguales. Hay unos que se quedaron embutidos en locales mínimos y otros que abrieron sus puertas en edificios que resumen lo mejor de la arquitectura instantánea. Ponga una pared ya hecha aquí, otra pared hecha allá, una viga, otra viga (cuidado y te pegas con la doble T), pon un toldo de lona de este lado y listo: ya tenemos nuestro autoservicio, nuestra versión venezolana y exitosa del supermercado de Apu.

La arquitectura prefabricada de Farmatodo produce unos efectos benéficos que son fáciles de notar. Si entras en una de esas edificaciones blancas, de inmediato te envuelve una atmósfera en la que se combinan el aire acondicionado y el techo a doble altura. Por lo general, la luz de neón no queda bien en ninguna parte, pero en estos edificios prefabricados la iluminación está consustanciada con el edificio y con la naturaleza de la actividad que ahí se lleva a cabo. A la hora que vayas a estas farmacias, la luz protagoniza tu visita. Si vas durante el día, la luz del sol entra por los grandes ventanales y se combina con la de neón. Si vas de noche, la iluminación total del edificio lo convierte, junto con sus alrededores, en un enclave luminoso en medio de las tinieblas que se han hecho tan comunes entre nosotros. Así, en plena oscuridad, surgen de la luz estas edificaciones que, sin ser bibliotecas, se convierten en centros difusores de civilización, y eso sólo porque lo iluminan todo a su alrededor.

Nos parecemos a esos insectos que se unen en torno a una lámpara. Nos han salido antenas, tenemos alas (de miedo), bisbiseamos alrededor de los faros gratuitos de las farmacias y de las bombas de gasolina… Qué rara es nuestra relación con los espacios públicos de nuestras ciudades.

Estos Farmatodos, con sus ventanales (incluso alguno tiene vidrios azules, a modo de vitrales), sus jardines con chaguaramos y grama, son auténticos oasis en medio de un caos urbano ahíto de discotecas, miasmas y titánicos centros comerciales que han roto a la ciudad con su torpeza constructiva. Como estaremos de fritos, que nos sentimos felices en una farmacia sólo porque hay luz, porque sus pequeños jardines parecen jardines y porque, cuando entras, encuentras desde pañales hasta latas de atún.




Búrlese todo lo que quiera la competencia, digan que parecen más automercados que droguerías, pero los Farmatodos son sitios donde se consigue cierta sensación de seguridad, de alegría, de no sé qué, que queda resumido en la palabra que usamos antes: civilización.

De acuerdo, estos edificios no tienen nada que ver con el gigantesco cubo de agua donde tanto oro olímpico ganó Michael Phelps, ni con el Empire State ni con las casas de Frank Lloyd Wright, ni con la Sagrada Familia, ni con el hotel Humboldt, ni con Adolf Loos ni con Louis Kahn ni con nada que se asuma como gran arquitectura o que aparezca en www.greatbuildings.com... Aunque, uno no debe ser tan tajante y aceptar que los que diseñaron esas estructuras preconstruidas, al menos estudiaron y leyeron los libros de y sobre Le Corbusier. En esos Farmatodos huele al Modulor…

La gran arquitectura está muy bien. Los grandes rascacielos, las grandes obras, los monumentos, los jardines, los muros… Todo eso está muy bien, pero en un país como el nuestro, uno se conforma con que el edificio que uno visite no sea un mamotreto, que esté en armonía con el entorno y que, a su vez, le aporte algo a ese mismo entorno…En este caso, como hemos dicho, lo que aportan los Farmatodos es luz (además de Doritos y Perebrón, claro).

Alzar grandes edificios va unido a épocas de esplendor social, cultural y económico. En Venezuela es al revés. Aquí la inauguración de un gran edificio es el preludio de un desastre social, cultural y económico. Por eso es mejor ir poco a poco y conformarse con que la farmacia donde les comprarás los antipiréticos a tus chamos, se encuentre en un lugar digno e iluminado.

Que los arquitectos, que los demás farmaceutas digan lo que quieran. Allá ellos.



http://robertoecheto.blogspot.com/

3 comentarios:

SERGIO MÁRQUEZ dijo...

En esos farmatodo huel a modulor, jajajajaja! Grande!

Anónimo dijo...

El Modulor es un fantasma moderno, una entidad racional que anda por el mundo organizando las cosas desordenadas y las cabezas podridas.

Anónimo dijo...

a este negrito le paga farmatodo para escribir estas cosas. Palangrista.